Las Apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso en Quito
1594-1634, Quito, Ecuador
A finales del siglo XVI y principios del XVII, tuvieron lugar acontecimientos extraordinarios en el Real Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito, que más tarde se convertiría en la capital del futuro Ecuador. Allí la Virgen María, bajo la advocación del Buen Suceso, se apareció a la Madre Mariana de Jesús Torres.
En Sus mensajes Ella hizo una descripción del mundo que vendría con la crisis de fe en el mundo, pero también en el seno de la Iglesia. Pero uno de los aspectos más llamativos es el de la imagen milagrosa, la talla que la Virgen ordenó a la monja para esculpir una imagen de Ella que finalmente fue tallada por los propios ángeles. Así quedó documentado. La revista de los «Heraldos del Evangelio» recuerda esta hermosa historia:
Nuestra Señora del Buen Suceso de Quito
Una imagen hecha por ángeles
A Medianoche En el Real Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito, el silencio fue roto por las doce campanadas del reloj que indicaban el comienzo del día 2 de febrero de 1594. Poco después, la joven priora, Madre Mariana de Jesús Torres entró en la capilla.
Con el corazón lleno de amargura, había ido a implorar al divino Redentor, por intercesión de su bendita Madre, que resolviera los problemas que entorpecían la evangelización de aquellas tierras: los malos ejemplos dados por algunos sacerdotes y religiosos indignos, los excesos injustificables de las autoridades eclesiásticas y civiles, todo ello agravado por las manifestaciones de desobediencia en su propio convento. Postrada con la frente en el duro suelo de piedra, rezaba fervorosamente cuando una dulce voz interrumpió sus oraciones llamándola por su nombre:
- Mariana, hija mía.
Ella se levantó rápidamente y vio ante sí a una bellísima Señora, resplandeciente de luz, que sostenía en la mano izquierda al Niño Jesús y en la derecha un báculo todo de oro pulido, adornado con piedras preciosas.
- Hermosa Señora, ¿quién eres y qué quieres? -preguntó rebosante de felicidad.
- Soy María del Buen Suceso, la Reina del Cielo y de la Tierra. Vengo a consolar tu corazón afligido. Llevo en Mi brazo derecho el báculo que ves, porque quiero gobernar este Mi monasterio como Priora y Madre.
El coloquio de la humilde monja con el Visitante celestial duró unas dos horas. Cuando éste se retiró, sólo la tenue luz de la vela iluminaba la capilla, pero la Madre Mariana se sentía tan fortalecida como dispuesta a luchar y sufrir por amor a Nuestro Señor Jesucristo.
¡Y no le faltaron sufrimientos y pruebas! Cinco años más tarde, en la madrugada del 16 de enero de 1599, la Santísima Virgen se le apareció de nuevo para consolarla. Le comunicó los designios de Dios en relación con aquel monasterio, le hizo revelaciones proféticas sobre el futuro del Ecuador y las persecuciones que sufrirían allí las comunidades religiosas, y añadió:
- Por tanto, es voluntad de Mi Santísimo Hijo que tú misma mandes ejecutar una estatua de Mí, tal como Me ves, y la coloques sobre la silla de la priora para que desde allí gobierne Mi monasterio, poniendo en Mi mano derecha el báculo y las llaves del claustro en señal de propiedad y autoridad. Tendrás a Mi divino Niño colocado en Mi mano izquierda: primero, para que los mortales comprendan que soy poderoso para aplacar la justicia divina y obtener misericordia y perdón para toda alma pecadora que acuda a Mí con corazón contrito; y segundo, para que Mis hijas comprendan que les muestro y les doy a Mi Santísimo Hijo como modelo de su perfección religiosa; vendrán a Mí para que Yo las conduzca a Él.
La monja reflexionó tímidamente:
- ¡Oh, si me fuera dado abandonar la ingrata tierra para subir Contigo al Cielo! Pero permíteme hacerte saber que ninguna persona humana, por muy experta que sea en el arte de la escultura, podrá trabajar en madera Tu encantadora imagen, como Tú me pides. Envía por ello a mi Seráfico Padre para que esculpa esta obra en madera escogida, teniendo como oficiales a los ángeles del Cielo, pues no sabría explicar, ni mucho menos sería capaz de conocer y dar la talla de tu escultura.
- Que nada te asuste, hija Mía -respondió la Virgen-, atenderé tu petición. En cuanto a Mi estatura, mídela tú misma con el cordón seráfico que llevas alrededor de la cintura.
La joven priora hizo una reverente objeción:
- Amada Señora, mi querida Madre, ¿me atrevo a tocar tu divina frente, cuando los espíritus angélicos pueden hacerlo? Tú eres el arca viva de la alianza entre los pobres mortales y Dios; y si Ursa cayó muerta sólo porque tocó el Arca santa para evitar que cayera al suelo [cf. 2 Sam 6,6-7], cuánto más yo, una pobre y débil mujer....
- Me alegro de tu humilde temor, y veo el ardiente amor a tu Madre Celestial que te habla; trae y pon en Mi mano derecha tu cordón, y tú, con la otra extremidad, toca Mis pies.
Temblando de alegría, amor y reverencia, la monja hizo lo que María Santísima le ordenó, y ésta continuó:
- Aquí tienes, hija Mía, la medida de tu Madre Celestial; dásela a Mi siervo Francisco del Castillo, explicándole Mis rasgos y Mi postura. Él trabajará exteriormente Mi imagen porque es de conciencia delicada y observa escrupulosamente los Mandamientos de Dios y de la Iglesia; ningún otro escultor será digno de esta gracia. Ayudadle con vuestras oraciones y con vuestro humilde sufrimiento.
En otra aparición, a la misma hora que las anteriores, es decir, poco después de las doce campanadas de la medianoche, la Virgen Madre de Dios predijo un tiempo calamitoso para la Iglesia en Ecuador, tiempos en los que casi no se encontraría inocencia en los niños, ni pudor en las mujeres, y añadió:
- Con todo esto sufrirán vuestros sucesores, que aplacarán la ira divina recurriendo a Mí bajo la invocación del Buen Suceso, cuya imagen os pido y ordeno que hagáis ejecutar para consuelo y sustento de Mi monasterio y de los fieles de aquel tiempo. Esta devoción será el pararrayos colocado entre la justicia divina y el mundo prevaricador. Este mismo día, cuando amanezca, irás a hablar con el obispo y le dirás que te pido que hagas esculpir Mi imagen para que sea colocada a la cabeza de Mi comunidad, a fin de tomar plena posesión de lo que por tantos títulos Me pertenece. Consagrará Mi imagen con el óleo sagrado y la llamará María del Buen Suceso de la Purificación o Candelaria.
Y Ella insistió:
- Ahora es necesario que mandes ejecutar con premura Mi santa imagen, tal como me ves, y te apresures a colocarla en el lugar que te indiqué.
La humilde monja repitió la misma tímida objeción que había hecho cinco años antes:
- Amada Señora y querida Madre de mi alma, la imperceptible hormiguita que tienes ante Tu presencia, no podrá referir al artista ninguno de Tus hermosos rasgos, ni Tu belleza, ni Tu estatura; no tengo palabras para explicarlo, y no hay nadie en la tierra capaz de hacer el trabajo que Tú me pides.
Real Monasterio de la Inmaculada Concepción
- No te preocupes por nada de esto, querida hija. La perfección de la obra corre por Mi cuenta. Gabriel, Miguel y Rafael se encargarán en secreto de la realización de Mi imagen. Debes llamar a Francisco del Castillo, que entiende de arte, para que le haga una descripción sucinta de Mis rasgos, exactamente como tú Me viste, pues con este fin me te aparecí tantas veces.
Y por segunda vez la Santísima Virgen le ordenó que midiera Su estatura:
- En cuanto a Mi estatura, trae aquí el cordón que te ciñe y mídeme sin temor, pues a una Madre como Yo le complace la confianza respetuosa y la humildad de Sus hijas.
- ¿Quién lo sostendrá sobre Tu hermosa frente, adornada con esa hermosa corona, con la que te coronó la Santísima Trinidad? Yo no me atrevo, ni podría alcanzar Tu altura a causa de mi pequeña estatura.
- Querida hija, pon uno de los extremos de tu cordón en Mis manos, y Yo lo colocaré sobre Mi frente, y tú aplicarás el otro a Mi pie derecho.
Nuestra Señora cogió un extremo del cordón y lo colocó en Su frente, dejando que la monja extasiada hiciera lo mismo en Su pie derecho. El cordón era un poco corto, pero se estiró milagrosamente, como elástico, hasta llegar a la altura de la Señora Celestial.
«Este mismo día, cuando amanezca, irás a hablar con el obispo», había ordenado la Santísima Virgen a la Madre Mariana. Sin embargo, previendo diversos obstáculos, fue retrasando el cumplimiento de la orden que había recibido. Doce días después, Nuestra Señora se le apareció de nuevo, resplandeciente de luz como siempre, pero esta vez silenciosa y mirándola con bondadosa severidad.
Tras oír una advertencia maternal, seguida de explicaciones que disiparon todos sus temores, la monja respondió
- Hermosa Señora, justa es Tu reprensión. Te pido perdón y misericordia, y prometo enmendarme. Hoy hablaré con el obispo para comenzar la ejecución de Tu imagen.
En efecto, aquel mismo día explicó al obispo Salvador de Ribera la orden recibida de la Reina del Cielo. Éste escuchó atentamente el relato de la santa priora, puso a prueba su objetividad, mediante numerosas preguntas capciosas, y, finalmente, dio su aprobación al proyecto; incluso se comprometió a ayudar en todo lo necesario para su pronta realización.
Entonces la Madre Mariana se apresuró a contratar al escultor Francisco del Castillo:
- Sabiendo que eres ante todo un buen católico y además un hábil escultor, quiero encomendarte un trabajo muy especial que requiere un cuidado aplicado: esculpir una imagen de la Virgen María, que debe tener rasgos celestiales, semejantes a los de Nuestra Santísima Madre que está en el Cielo en cuerpo y alma; yo te daré la medida, pues tendrá la estatura exacta de nuestra Reina celestial.
Francisco del Castillo recibió este encargo como una gracia excepcional de Nuestra Señora y rechazó categóricamente cualquier pago por sus servicios. Pasó varios días buscando en Quito y sus alrededores la mejor madera, e inmediatamente se puso manos a la obra. Trabajó con tanto amor y sintió tal consuelo que no pudo contener las lágrimas.
Pronto hubo benefactores para las tres piezas importantes de orfebrería: las llaves, la corona y el báculo. A petición de las monjas, el escultor realizó todo el servicio no en su taller, sino en el coro del monasterio.
La solemne bendición litúrgica de la sagrada imagen estaba prevista para el 2 de febrero de 1611. Tres semanas antes de esa fecha, sólo faltaba un «pequeño» detalle: dar al rostro una coloración digna del rostro de la Santísima Virgen de las Vírgenes. El maestro Del Castillo decidió hacer una última investigación en busca de las mejores tintas; partió con ese objetivo en mente, y prometió estar de vuelta el 16 de enero para ejecutar la delicada operación, con mucho la más importante de sus obras.
Grande era la expectación de las monjas cuando, al amanecer del día 16, se dirigieron a la capilla para, como de costumbre, alabar a Nuestra Señora con el canto del Oficio Pequeño. Al acercarse al coro, empezaron a oír melodiosas armonías que las llenaron de emoción. Entraron precipitadamente y... oh prodigio, una luz celestial inundó toda la sala, en la que resonaban las voces arrebatadas de los ángeles que cantaban el himno Salve Sancta Parens (Salve Santa Madre).
Entonces se dieron cuenta del sorprendente hecho: la imagen estaba milagrosamente acabada.
Desbordantes de admiración, contemplaron aquel rostro celestial, del que brotaban rayos de luz que iluminaban toda la iglesia. Aureolada por aquella luz viva, la fisonomía de la santa imagen aparecía majestuosa, serena, dulce, amable y atractiva, como invitando a Sus hijas a acercarse a Ella con confianza para darle un abrazo filial de alegría y bienvenida. El semblante del Niño Jesús expresaba amor y ternura por aquellas novias Suyas tan amadas por Él y por Su Madre. Aquel día todas ellas progresaron en la vida espiritual, y comprendiendo mejor su propia vocación, comenzaron a amar cada vez más a su divino Esposo y se comprometieron al exacto cumplimiento de la Regla y de las obligaciones particulares.
A la hora convenida, llegó Francisco del Castillo, contento de haber encontrado excelentes tintas para terminar el trabajo escultórico. Sin decirle nada de lo sucedido, la Madre Mariana y algunas otras monjas le acompañaron al coro. Es imposible describir la sorpresa y la emoción del piadoso artista.
- Madres, ¿qué veo? Esta bella imagen no es obra mía. No sé lo que siente mi corazón, pero esta obra es angelical. Ningún escultor, por muy hábil que sea, podrá imitar jamás una perfección y una belleza tan extraordinarias.
Y diciendo esto, cayó de rodillas a los pies de la santa imagen, desahogando su corazón, inundado de lágrimas que brotaban de sus ojos. Se levantó en seguida, pidió papel y tinta para hacer un testimonio escrito, jurando que la imagen no era obra suya, sino de los ángeles, porque estaba terminada de forma diferente a la que había dejado seis días antes en el coro alto del monasterio. Nunca había visto, ni en España, ni en toda su larga vida de 67 años, un color de piel como aquel.
No contento con ello, partió sin demora en busca del obispo, monseñor Salvador de Ribera, a quien dio cuenta detallada de lo sucedido, reafirmando que nada en aquella imagen era obra de sus manos: ni la escultura ni, mucho menos, la pintura y el color de la piel.
Así, quedó documentado que la imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso fue ejecutada por los ángeles. La Virgen María cumplió al pie de la letra la promesa que hizo a la Madre Mariana: «La perfección de la obra corre de mi cuenta». Gabriel, Miguel y Rafael se encargarán en secreto de la realización de Mi imagen».
Las Profecías
Aunque las profecías que Nuestra Señora hizo a la Madre Mariana en los años siguientes son terribles, Ella nunca deja de mostrar Su rostro misericordioso. Así se definió Ella a la monja:
«Soy poderosa para aplacar la Justicia Divina y obtener misericordia y perdón para toda alma pecadora que acuda a Mí con corazón contrito».
Por eso podemos confiar siempre en Ella: «La devoción del Buen Acontecimiento será el pararrayos colocado entre la Justicia Divina y el Mundo prevaricador, para que se descargue sobre esta tierra culpable el formidable castigo que merece.»
Y, por tanto «Ecuador será muy feliz cuando se me conozca y honre bajo esta invocación».
Mariana de Jesús Torres
Las profecías son verdaderamente inquietantes y, sobre todo, el cumplimiento que la propia Virgen predijo para el siglo XX.
21 de enero de 1610
"Aumentarán las pasiones y habrá una corrupción total de la moral. Satanás reinará en las sectas masónicas y perjudicará principalmente a la Infancia. ¡Ay de los niños de ese tiempo! Apenas recibirán el sacramento del Bautismo y de la Confirmación. El sacramento de la Confesión sólo lo recibirán los que permanezcan en las escuelas católicas, que el Diablo se esforzará en destruir por medio de personas autorizadas."
También anuncia «sacrilegios y profanaciones de la Sagrada Eucaristía» y que "los enemigos de Jesucristo, incitados por el demonio, robarán en las ciudades las Hostias Consagradas, con el único fin de profanar las especies eucarísticas. Mi Santísimo Hijo será arrojado al suelo y pisoteado por pies inmundos».
El sacramento de la Extremaunción será poco considerado. Muchas personas morirán sin recibirlo.
"(El sacramento del Matrimonio) será atacado y profanado en toda la extensión de la palabra. La Masonería, que entonces reinará, impondrá leyes inicuas con el objeto de extinguir ese Matrimonio."
"El sacramento del Orden Sacerdotal será ridiculizado, oprimido y despreciado. El Diablo perseguirá a los ministros del Señor de muchas maneras, y obrará con astucia cruel y sutil para desviarlos de la vocación, corrompiendo a muchos de ellos».
"Habrá un lujo desenfrenado que, siendo una trampa de pecado para los demás, conquistará a innumerables almas frívolas, que se perderán. Casi no se encontrará inocencia en los niños, ni pudor en las mujeres».
2 de febrero de 1610
En este día, Nuestra Señora dice que el conocimiento de las circunstancias en las que se hizo Su imagen está reservado al siglo XX:
«En ese tiempo, la Iglesia se encontrará combatida por las hordas de la secta masónica». El Ecuador «agonizará por la corrupción de las costumbres, el lujo desenfrenado, la prensa impía y la educación laica», y «cundirán los vicios de la impureza, la blasfemia y el sacrilegio».
El Niño Crucificado
A finales de 1628, el Arcángel San Miguel se apareció a la Madre Mariana para dirigir sus ojos a la montaña del Pichincha, donde, envuelta en luz, vio una cruz donde el Niño Jesús estaba clavado sin clavos y coronado de espinas, mientras decía, dirigiéndose al Pueblo pecador: «No puedo hacer más para que Me mostréis vuestro amor» (para que Me mostréis vuestro amor).
2 de febrero de 1634
En este día, Nuestra Señora anuncia que la Inmaculada Concepción (será «cuando la Iglesia sea más combatida y mi vicario esté cautivo») y la Asunción serán proclamadas como dogmas de Fe. Y Jesús mismo dice a la monja: «¡Malditos sean mil veces los herejes y sus seguidores que pongan en duda los misterios relativos a Mí y a Mi Madre!».
Altar principal y altar lateral con Nuestra Señora
Los significados
En marzo de 1634, mientras la Madre Mariana rezaba, se apagó la luz del Sagrario. La Virgen la encendió de nuevo y le explicó varios significados de lo que acababa de suceder. Entre ellos
- «Varias herejías se difundirán en estas tierras y reinando en ellas la preciosa luz de la Fe se extinguirá por la corrupción total de las costumbres».
- «En aquellos tiempos, la atmósfera estará saturada por el espíritu de impureza que, como un mar impuro, fluirá por las calles, plazas y lugares públicos con una libertad asombrosa, de modo que casi no habrá almas vírgenes en el mundo.»
- «Habiendo tomado posesión de todas las clases sociales, la Secta (la Masonería) tendrá tanta sutileza para entrar en los hogares domésticos que, perdiendo a los niños, el demonio se gloriará de alimentarse de la exquisita delicadeza de las almas de los niños.»
- Habrá «personas que, poseyendo grandes riquezas, verán con indiferencia a la Iglesia oprimida, a la virtud perseguida, a la maldad triunfante, sin emplear santamente sus riquezas en la destrucción del mal y la restauración de la Fe.»
- «Habrá una guerra formidable y espantosa, correrá la sangre de nacionales y extranjeros, de sacerdotes seculares y regulares. Esa noche será espantosa, porque a los ojos humanos el mal parecerá triunfar. Entonces llegará Mi hora, en la que Yo, de forma asombrosa, destronaré al orgulloso y maldito Satanás, poniéndolo bajo Mis pies y enterrándolo en el abismo infernal, dejando a la Iglesia y a la patria libres de su cruel tiranía."
Muerte y Causa de Canonización
La Madre Mariana de Jesús de Torres enfermó gravemente a finales de 1634. Pasó algunas semanas con intensos dolores, durante los cuales mantuvo siempre su paz de espíritu y su alegría interior y exterior. En la noche del 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, recibió una última aparición, en la que la Virgen, acompañada de los tres Arcángeles que habían esculpido su imagen, reiteró a quién iban dirigidos la mayoría de sus mensajes:
"En el siglo XX, esta devoción (a Nuestra Señora del Buen Suceso) obrará maravillas tanto en el ámbito espiritual como en el temporal. Pues es Voluntad de Dios reservar esta invocación y el conocimiento de tu vida para ese siglo, en el que la corrupción de las costumbres será casi general y la preciosa luz de la Fe casi se habrá extinguido..."
En la madrugada del 16 de enero de 1635, murió.
El obispo Pedro de Oviedo, que gobernó la diócesis de 1630 a 1646, autorizó la devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso. Él mismo había ordenado a la Madre Mariana que escribiera una autobiografía, que figura entre los documentos recopilados en 1790 por el padre franciscano Manuel de Sousa Pereira, cuya vida monumental de la monja es también la principal fuente documental que autentifica los mensajes.
Fray Manuel tuvo acceso a los archivos del convento y a otras biografías escritas por otros franciscanos más próximos a la época de la Madre Mariana. El 8 de agosto de 1986, ochenta años después de que el cuerpo de la Madre Mariana fuera encontrado incorrupto, se abrió su proceso de beatificación.
El cuerpo incorrupto de la Madre Mariana, que se conserva en el Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito
Nuestra Señora del Buen Suceso es una advocación mariana católica en los países de habla hispana. A menudo se traduce erróneamente como «Nuestra Señora del Buen Suceso», debido a la similitud superficial entre la palabra española «suceso» y el falso amigo inglés «success». Hablando con propiedad, la frase «Buen Suceso» se refiere a la Presentación de Jesús y a la Purificación de María.
Apariciones de Jesús y María
La Aparición de Nuestra Señora en Caravaggio
Las Apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso en Quito
Las apariciones de Nuestra Señora en La Salette
Las Apariciones de Nuestra Señora en Lourdes
La Aparición de Nuestra Señora en Pontmain
Las Apariciones de Nuestra Señora en Pellevoisin
La Aparición de Nuestra Señora en Knock
Las Apariciones de Nuestra Señora en Castelpetroso
Las Apariciones de Nuestra Señora en Fátima
Las Apariciones de Nuestra Señora en Beauraing
Las Apariciones de Nuestra Señora en Heede
Las Apariciones de Nuestra Señora en Ghiaie di Bonate
Las Apariciones de Rosa Mistica en Montichiari y Fontanelle
Las Apariciones de Nuestra Señora en Garabandal
Las apariciones de Nuestra Señora en Medjugorje
Las apariciones de Nuestra Señora en Holy Love
El texto de este sitio web se ha traducido automáticamente. Por favor, disculpa cualquier error.