Devoción al castísimo Corazón de San José
Devoción a los Tres Sagrados Corazones Unidos a través del Castísimo Corazón de San José entregada a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
Índice
Coronilla de los Siete Dolores y Gozos de San José
Nuestra Señora: Hoy derramo del cielo sobre todos vosotros una lluvia de gracias. Vengo a revelaros la gracia que Mi Señor ha destinado a la Amazonia. Jesús y Yo venimos hoy, acompañados de San José, porque deseamos que cada uno de vosotros tenga un profundo amor y devoción a Su castísimo Corazón. Aquellos que pidan las bendiciones de Dios por intercesión del Corazón castísimo de San José, recibirán todas las gracias de Mí y de Mi hijo Jesús. Estamos agradecidos a San José, por todo lo que ha hecho por Mí y por Mi hijo Jesús, por los dos.
Jesús y Yo deseamos que junto a la devoción de Nuestros Sagrados Corazones unidos, esté también la devoción al Corazón castísimo de San José. Todos Mis hijos del mundo que honren, con oraciones y devociones especiales, el primer miércoles del mes, rezando los siete dolores y alegrías de Mi Castísimo Esposo San José, recibirán las gracias necesarias para la salvación, en la hora de su muerte.
Todos vosotros habéis recibido esta misión del Señor, de difundir la devoción del Corazón castísimo de San José por todo el mundo. Ahora está completa la devoción Trina que Dios Nuestro Señor tanto deseaba. Ahora se cumple todo lo que Yo y Mi hijo Jesús comenzamos desde las más remotas apariciones. Ahora las gracias serán abundantes y el Espíritu Santo se derramará poderosamente sobre la faz de la tierra. El Espíritu Santo, a través de esta devoción trina, incendiará la Amazonia con el fuego de Su amor. Preparaos para cumplir lo que Yo y Jesús os pedimos, queridos hijos. (Nuestra Señora el 2 de mayo de 1997)
Edson nos cuenta lo que ocurrió: Comprendí que estas oraciones de los siete dolores y alegrías de San José deberían rezarse en forma de rosario y durante los nueve primeros miércoles de mes. Las personas que hagan esta novena deberán acercarse a la Santa Confesión y a la Santa Comunión, ofreciéndolas en honor del Corazón castísimo de San José.
"Cualquier gracia que pidas a San José, Él te la concederá ciertamente".
(Santa Tereza D'Avila)
Recitación de la Coronilla
Al principio
Credo de los Apóstoles...
Padre nuestro...
Te honramos San José y Tu Corazón castísimo, elegido por Dios Padre, para ser el padre adoptivo de Jesús y el Protector de la Santa Iglesia.
Salve José, Hijo de David, ...
Salve José, hijo de David, varón justo y virginal, la Sabiduría está contigo, bendito eres entre todos los hombres y bendito es Jesús, fruto de María, tu fiel esposa. San José, digno Padre y Protector de Jesucristo y de la Santa Iglesia, ruega por nosotros pecadores y obtén para nosotros de Dios la Divina Sabiduría, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Te honramos San José y tu Corazón castísimo, elegido y amado por Dios Hijo para ser su Padre Virgen, a quien obedeció y respetó en su vida terrena.
Salve José, Hijo de David, ...
Te honramos San José y Tu Corazón castísimo, elegido por Dios Espíritu Santo para ser el Esposo Justo, Casto y Santo de la Bienaventurada Virgen María.
Salve José, Hijo de David, ...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
1er Dolor y Alegría de San José
LA DIVINA MATERNIDAD DE LA VIRGEN MARÍA
El origen de Jesucristo fue así: María, Su madre, fue prometida en matrimonio a José y, antes de que se unieran, se encontró embarazada por la acción del Espíritu Santo. José, Su esposo, siendo justo y no queriendo denunciarla públicamente, pensó en despedirla en secreto. Pero mientras le venía este pensamiento, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, Hijo de David, no temas tomar a María, tu esposa. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: " He aquí que la virgen quedará encinta y dará a luz un hijo. Se le llamará Emanuel, que significa: Dios-con-nosotros". Cuando despertó, José hizo lo que le había ordenado el ángel del Señor y acogió a su esposo (Mt 1,18-24).
El dolor de San José hasta que apareció el ángel era inmenso: estaba en la medida de su amor por la Virgen. Esta escena ha sido comentada de forma muy diferente por los Padres de la Iglesia. La interpretación de la duda de San José, quizá más acorde con la realidad, es la que expone Santo Tomás de Aquino cuando explica: José quiso abandonar a María no porque tuviera alguna sospecha contra Ella, sino porque, debido a su humildad, tenía miedo de vivir unido a tanta santidad; por eso el Ángel le dijo después: ¡No temas!
José se sintió pequeño, o incluso nada, comparado con la grandeza del misterio incomprensible realizado en María; y con gran dolor decide retirarse discretamente. El Ángel no sólo le asegura que lo que le ha sucedido a su Esposa es obra divina, sino que también le dice que él también tiene una misión en el misterio: dar un nombre a Jesús; esta expresión significa -en el modo de hablar bíblico- que sería el padre de Jesús ante la Ley. La alegría de la vocación paterna aceptada inundó el corazón de San José.
Oh Purísimo Esposo de la Bienaventurada María, glorioso San José, tan grande fue la amargura de Tu Corazón en la perplejidad de abandonar a Tu castísima Esposa, tan grande fue Tu alegría inexplicable, cuando por el Ángel te fue revelado el soberano misterio de la Encarnación.
Por este dolor Tuyo y por este gozo Tuyo, Te pedimos la gracia de consolar nuestra alma ahora, y en los dolores extremos, con el gozo de una buena muerte, semejante a la vuestra entre JESÚS y MARÍA. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
2º Dolor y Alegría de San José
EL NACIMIENTO DE JESÚS
En aquellos tiempos apareció un decreto de César Augusto, ordenando un censo de toda la tierra. Este censo tuvo lugar ante el gobierno de Quirino en Siria. Todos fueron a empadronarse, cada uno en su ciudad. También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era de la casa y familia de David, para empadronarse con su mujer María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí, se cumplieron los días de Ella. Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. (Lc 2,1-7)
El misterio de Dios encarnado permanece oculto en esta humilde escena. José contempla al Niño Dios; Él, que tanto ama a Jesús, sufre al verlo en este lugar -recostado en un pesebre-, sabiendo que el Verbo es Rey del mundo. El deseo de darse, en contraste con Sus manos casi vacías, hace que el alma y el corazón de San José se sientan como oprimidos: Su deseo de dar es un fuego ardiente, y todo su ser gime ante la diferencia entre Su ansia de dar y la realidad tangible.
Pero hay un momento -quizá cuando tiene al Niño Jesús en brazos- en que el dolor de San José se apacigua y se convierte en una luz profunda: una vez más renueva su entrega a Dios y cumple a la perfección el mandato divino de amarle con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser. Se entrega por entero a Dios, que duerme en Sus brazos. Y quizá el único signo externo de esta entrega sea que, ligeramente, para no despertarle, aprieta un poco más al Niño contra su pecho.
Oh felicísimo Patriarca, glorioso San José, que fuiste elegido para ser el Padre Adoptivo del Verbo Humanizado, el dolor que sentiste al ver al Niño DIOS nacido en tal pobreza, se transformó en gozo celestial cuando oíste la melodía angélica y viste la gloria de aquella noche brillantísima.
Por este dolor Tuyo y por este gozo Tuyo, suplicamos la gracia de obtener para nosotros que, después del viaje de esta vida, podamos oír las alabanzas angélicas y gozar del resplandor de la gloria celestial. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
3º Dolor y Alegría de San José
LA CIRCUNCISIÓN DE JESÚS
Cuando terminaron los ocho días para circuncidar al niño, se le dio el nombre de Jesús, como le había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno de su madre. (Lc 2,21)
¡Qué inefable es la alegría de la intimidad con Cristo, de llamarle por Su nombre: Jesús! San José es el maestro que nos enseña a vivir confiadamente con la Palabra. Debemos encomendarnos siempre a este glorioso Patriarca y tenerle devoción: especialmente las personas de oración deben tenerle siempre devoción, pues ¿cómo pensar en la Reina de los Ángeles y en el tiempo pasado con el Niño Jesús y no dar gracias a San José por haberles ayudado tanto? Quien no encuentre un maestro que le enseñe la oración, que tome a este glorioso Santo y no se extraviará en el camino.
Oh obedientísimo ejecutor de las leyes divinas, glorioso San José, la preciosísima sangre, que en la circuncisión derramó el Niño Redentor, traspasó Tu Corazón, pero el nombre de JESÚS lo revivió, llenándolo de contento.
Por este dolor Tuyo y por este gozo Tuyo, obtén para nosotros que, habiendo sido arrancados de nuestros vicios en esta vida, con el nombre de JESÚS en nuestros corazones y en nuestros labios, podamos exhalar llenos de gozo. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
4º Dolor y Alegría de San José
LA PROFECÍA DE SIMEÓN
Cuando terminaron los días de su purificación según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, según lo que está escrito en la ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor (Ex 13,2); y para ofrecer el sacrificio prescrito por la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones de paloma. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. El Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin ver antes al Cristo del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo. Y cuando los padres hubieron presentado al niño Jesús, para cumplir los preceptos de la ley que le concernían, lo tomó en brazos y alabó a Dios con estas palabras: Ahora, Señor, deja ir en paz a Tu siervo, conforme a Tu palabra. Porque mis ojos han visto Tu salvación que has preparado ante todos los pueblos, como luz para alumbrar a las naciones y para gloria de Tu pueblo Israel. Su padre y su madre se asombraron de las cosas que se decían de Él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: " He aquí que este niño está destinado a ser causa de caída y de elevación para muchos hombres de Israel, y a ser un signo que causará contradicciones, para que se revelen los pensamientos de muchos corazones. Y una espada te atravesará el alma" (Lc 22,22-35)
Simeón nos explica cómo Jesús será signo de contradicción, señal y estandarte ante el que los hombres hablarán a favor o en contra, y añade que el sufrimiento del Hijo estará estrechamente vinculado al de la Madre.
Aquí el sufrimiento de Jesús y de María es explícito. San José vislumbra más claramente, con esta revelación, el misterio de la Cruz del Hijo; es imposible descubrir la profundidad de Su dolor: Él, que siempre quiso proteger al Niño, al que amaba con pleno amor paternal, por ser -como le gustaba decir a San Pío X- el padre virginal de Jesús, comprende ahora, con una nueva luz, todas las profecías del Antiguo Testamento sobre la Pasión de Cristo.
La Cruz ya está grabada en la mente, el alma y el corazón de San José: ninguna criatura, después de la Virgen María, sufrió tanto como Él. Así como María ofreció a Su Hijo en la Cruz, así también San José lo ofrece a Él: y esta entrega manifiesta el mayor acto de generosidad del Santo Patriarca, porque fue necesaria toda la generosidad de Su amor para ofrecer a Dios, en supremo sacrificio, a Jesús y a María, a quienes amó incomparablemente más que a Su propia vida.
Oh Santo fidelísimo, que también participaste en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, si la profecía de Simeón, sobre lo que Jesús y María tenían que sufrir, te causó una angustia mortal, también te llenó de gran alegría por la salvación y la resurrección gloriosa, que también predijo que resultaría para innumerables almas.
Por este dolor Tuyo y por esta alegría Tuya, obtén que podamos estar entre aquellos que, por los méritos de JESÚS y la intercesión de Su Virgen Madre, resucitarán gloriosamente. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
5º Dolor y Alegría de San José
LA HUIDA A EGIPTO
Después de la partida de los Magos, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: " Levántate, toma al niño y a Su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que Yo te informe, porque Herodes buscará al niño para matarlo". José se levantó por la noche, tomó al niño y a Su madre y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: He llamado a Mi hijo de Egipto (Os 11,1). Cuando Herodes vio que había sido engañado por los Magos, se enfadó mucho e hizo matar a todos los niños de dos años para abajo en Belén y sus alrededores, según la hora exacta que había pedido a los Magos. Entonces el profeta Jeremías dijo "Se oyó una voz en Ramá, que lloraba y se lamentaba: Raquel llora por sus hijos; no quiere consuelo, porque ya no están" (Jer 31,15). (Mt 2:13-18)
José y María, sin duda, habían previsto una tranquila felicidad en Nazaret. El Señor vino a visitar a su familia llenándoles más allá de todas sus esperanzas con la alegría de la Navidad, con el canto de los Ángeles, con la llegada de los pastores y de los Magos. Pero entonces, de repente, todo cambia y son perseguidos.
Son las pruebas más violentas, inesperadas, imprevisibles y desconcertantes. Los Ángeles han anunciado la paz, diciendo que el Hijo de Dios ha venido a traer el amor a la tierra, y he aquí que, de repente, se desata el odio. Un odio implacable e injustificado que desea la muerte del amor. María y José no son ahora simples exiliados, emigrantes así llamados erradicados, sino personas perseguidas, fugitivas, consideradas peligrosas. Sólo quienes han vivido o viven en el punto de mira del odio pueden comprender lo que sufrieron la Santísima Virgen y el Glorioso San José cuando abandonaron Belén.
Ante ese Niño recién nacido que no es como los demás, nadie puede permanecer indiferente. Los pensamientos profundos de los corazones se revelan y se traducen en amor u odio. Ambas actitudes están representadas por los Magos y por Herodes. Los Magos buscaron y encontraron al Niño; sus corazones fueron conquistados, como la profunda alegría que sintieron al ver la estrella que les guió hasta el lugar exacto de Belén donde estaba Jesús. La alegría no es más que la llama de amor que arde en el corazón de quienes han encontrado y se han adherido al plan de Dios.
Herodes, en cambio, rey usurpador de un reino meticuloso, tuvo miedo, a causa de aquel Niño nacido en un pesebre, que estaba revestido de una realeza que no era de este mundo. Al no ver regresar a los Magos, se dejó embargar por un odio satánico e insensato: sintiéndose engañado por aquellos extranjeros que no se habían dignado informarle de su partida. Se creía omnipotente, y ahora la esperanza de descubrir, con certeza, dónde está Su rival. Así que toma la decisión de hacer desaparecer a ese rey de los judíos lo antes posible, antes de que alguien le prefiera públicamente a Él.
José y María se enteraron sin duda, tarde o temprano, de aquel derramamiento de sangre inocente. No es difícil imaginar su reacción. Era una prueba que se sumaba a todas las demás. María vio con cuánta razón veía las cosas Simeón, y cómo Su Hijo estaba realmente expuesto a la contradicción. El odio que perseguía a Su Hijo era la punta de la espada, que penetró profundamente en Su corazón. Para José y María, la idea de ser, aunque indirectamente, la causa de la muerte de aquellos inocentes debió de pesar mucho en Sus corazones sensibles a los dolores del prójimo. Fue la dolorosa consecuencia del sí de María el día de la Anunciación, y para José, la continuación de Su libre y consciente aceptación de la misión de Su esposa.
Si el Señor Jesús, durante los cuarenta días de Su retiro en el desierto, sufrió los asaltos de las tentaciones, podemos pensar que no perdonó a María y a José. Las tentaciones no son un pecado. Dios las permite a los santos sólo para unirlos más estrechamente a Su voluntad. Tras los largos días de cansancio, las privaciones de todo tipo, las incertidumbres y aprensiones que sacuden el alma, José y María podían oír a las tentaciones susurrar en sus oídos: ¿Por qué decir sí? ¿Por qué sufrir todos estos caminos? ¿Por qué dejar Nazaret, Tu hogar? ¿Tus pertenencias? ¿Su tranquilidad para pasar por todo esto?... Cuántas preguntas asaltaban sus mentes, ya cansadas seguramente, por los espejismos del desierto.
La única respuesta que tenían en los labios era que debían darlo todo, incluso la vida, para que se cumpliera el plan de Dios, incluso cuando los acontecimientos se volvían cada vez más desconcertantes y sin explicaciones inmediatas: Dios es más sabio que nosotros. ¡Es fiel y nos ama! De esto podemos concluir que incluso las tormentas, las espinas que aparecen en el camino, los contratiempos imprevistos no demuestran en realidad que el camino por el que caminamos no sea realmente el correcto. Podemos confiar en que Dios no defraudará a nadie ni engañará a nadie. Tarde o temprano, Él sabrá extraer lo bueno de lo malo, y sabrá devolvernos el céntuplo de lo que ahora perdemos cuando lo dejamos todo para seguir Su llamada.
Oh vigilantísimo guardián, pariente íntimo del HIJO DE DIOS encarnado, GLORIOSÍSIMO SAN JOSÉ, ¡cuánto sufriste por alimentar y servir al HIJO DEL ALTISIMO, particularmente durante la huida que hiciste con Él a Egipto! Pero, ¡cuánta fue Tu alegría por tener siempre contigo al mismo DIOS, y por ver caer por tierra a los dioses de Egipto!
Por este dolor Tuyo y por esta alegría Tuya, obtén que el pecado infernal sea expulsado de nosotros, especialmente huyendo de las ocasiones peligrosas, que todos los ídolos de los afectos terrenales sean arrojados de nuestros corazones, y que nos empleemos enteramente en el servicio de JESÚS y de MARÍA, y sólo vivamos y muramos felices por ellos. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
6º Dolor y Alegría de San José
EL REGRESO DE EGIPTO
Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: " Levántate, toma al niño y a Su madre, y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño." José se levantó, tomó al niño y a Su madre, y se fue a la tierra de Israel. Pero cuando se enteró de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Su padre Herodes, no se atrevió a ir allí. Advertido divinamente en sueños, se retiró a la provincia de Galilea y vino a vivir a la ciudad de Nazaret, para que se cumpliera lo que se había dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno. (Mt 2, 19-23)
Tras el dolor de no poder ir a Judea, San José siente la alegría de volver a Nazaret: esta alegría crece con el tiempo, a medida que pasan los días de la vida oculta de Cristo. El hogar formado por Jesús, María y José se parece en todo a los de sus vecinos; el tiempo transcurre en un ambiente familiar; a veces José contempla al Niño en los purísimos brazos de María, la Madre bendita. De Ella nació el Dios hecho carne, y con sus labios dio dulces besos en la carne de Aquel que es verdadero Dios y verdadero hombre. Ciertamente, el mismo San José cuidaría del Niño: San José demostró gran fervor y alegría al atender continuamente las necesidades del Salvador, el pequeño niño, su aseo, y tratar con gran reverencia los pequeños miembros de Su precioso cuerpo, y cambiarle de ropa, y otras cosas que necesitan los niños.
San José cumple fielmente la voluntad de Dios. De los relatos evangélicos -explica san Josemaría Escrivá- se desprende la gran personalidad humana de san José: en ningún momento se nos presenta como un hombre disminuido o asustado ante la vida; al contrario, sabe afrontar los problemas, superar las situaciones difíciles y asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan. No estoy de acuerdo con la forma clásica de representar a San José como un anciano, a pesar de la buena intención de resaltar la virginidad perpetua de María. Me lo imagino joven, fuerte, quizá unos años mayor que la Virgen; pero con el vigor de la vida y la fuerza humana.
Para vivir la virtud de la castidad no hace falta ser viejo ni carecer de vigor. La castidad nace del amor; la fuerza y la alegría de la juventud no son obstáculo para un amor limpio. Jóvenes eran el corazón y el cuerpo de San José cuando contrajo matrimonio con María, cuando conoció el misterio de su maternidad divina, cuando vivió con Ella respetando la integridad que Dios quería ofrecer al mundo.
Oh Ángel de la tierra, glorioso San José, que, lleno de asombro, viste al Rey del Cielo sumiso a tus órdenes; si tu consuelo al traerlo de Egipto se vio perturbado por el temor de Arquelao, sin embargo, tranquilizado por el Ángel, permaneciste alegre en Nazaret con JESÚS y MARÍA.
Por este dolor Tuyo y por esta alegría Tuya, haz que nuestros corazones se liberen de vanos temores, que gocemos de paz de conciencia, vivamos seguros con JESÚS y MARÍA, y muramos entre Ellos. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
7º Dolor y Alegría de San José
LA PÉRDIDA DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO
Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando Él tenía doce años, subieron a Jerusalén según la costumbre de la fiesta. Cuando volvieron a casa después de la fiesta, el niño Jesús permaneció en Jerusalén sin que Sus padres se dieran cuenta. Pensando que estaba con su séquito, se fueron un día de camino y lo buscaron entre sus parientes y conocidos. Pero al no encontrarle, volvieron a Jerusalén buscándole. Tres días después, le encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de la sabiduría de sus respuestas. Cuando le vieron, se quedaron atónitos. Su madre le dijo Hijo mío, ¡qué nos has hecho! He aquí que tu padre y yo te buscábamos llenos de aflicción. Él les dijo: " ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debía ocuparme de los asuntos de Mi Padre?". Pero ellos no comprendieron lo que les decía. Luego bajó con Ellos a Nazaret, y se sometió a Ellos. Su madre atesoraba todas estas cosas en Su corazón. Y Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres. (Lc 2,41-52)
Compartamos en este momento el dolor de María y José por la pérdida de su Hijo. Fue una ausencia llena de búsqueda y temor, de inquietas idas y venidas: tres días dolorosos que son como un presagio de los que van del Calvario a la resurrección. Y, de repente, oyen Su voz: ¡Él está allí! El alma se aquieta y surge la alegría y se desborda la emoción acumulada durante las largas horas anteriores.
Al narrar la escena, San Lucas utiliza varias veces en este texto -como en los anteriores- el término "padres" para designar a la Virgen y a San José; pero esta palabra adquiere todo su significado en labios de María, cuando dice a Su Hijo: "¡Mira, Tu padre y yo te hemos estado buscando ansiosamente!
Padre: esta palabra habría sido la más amada por San José; cuántas veces, al ser llamado por Jesús, le habría respondido mirándole con una mirada sonriente y pausada. De hecho, José amaba a Jesús como un padre ama a su hijo -explica san Josemaría Escrivá-, le trataba dándole todo lo mejor que tenía. José, cuidando de aquel Niño como se le había ordenado, hizo de Jesús un artesano: le transmitió su oficio. ¿Cómo sería José, cómo habría obrado en Él la gracia, para poder llevar a cabo la tarea de desarrollar al Hijo de Dios en un aspecto humano?
Por eso Jesús tenía que parecerse a José: en la forma de trabajar, en los rasgos de su carácter, en la forma de hablar. En el realismo de Jesús, en Su forma de sentarse a la mesa y partir el pan, en Su gusto por hablar de forma concreta, tomando como ejemplo las cosas de la vida cotidiana, se refleja lo que fueron Su infancia y Su juventud, y por tanto Su trato con José.
Oh ejemplar de toda santidad, glorioso San José, que perdiste al Niño Jesús, sin culpa Tuya, y afligido lo buscaste durante tres días, hasta que con gran alegría te regocijaste en Aquel que era Tu Vida, encontrándolo en el Templo de Jerusalén entre los maestros.
Por este dolor Tuyo y por este gozo Tuyo, Te suplicamos, con el corazón en los labios, que interpongas Tu fuerza para que nunca nos suceda perder a Jesús por culpa grave, pero si por desgracia lo perdemos, con tal dolor continuado nos permitas buscarlo, que lo encontremos propicio, especialmente en nuestra muerte, para gozar de Él en el cielo, y allí cantar contigo Sus divinas misericordias para siempre. Amén.
Padre nuestro...
10x Salve José...
Gloria al Padre...
Jesús, María y José, os amo, ¡salvad las almas!
Corazón castísimo de San José, ¡sé el guardián de nuestra familia!
ORACIÓN FINAL
A Ti recurrimos, oh bendito San José, en nuestras tribulaciones, y después de haber implorado la ayuda de Tu Santísima Esposa, llenos de confianza, te pedimos también Tu protección. Por ese sagrado vínculo de caridad que te ha unido a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal que tuviste al Niño Jesús, te suplicamos encarecidamente que eches una mirada benigna sobre la herencia que Jesucristo ganó con su sangre, y que nos asistas en nuestras necesidades con tu ayuda y tu poder.
Protege, oh providentísimo guardián de la Sagrada Familia, a la raza elegida de Jesucristo. Aparta de nosotros, oh Padre amantísimo, la plaga del error y del vicio. Ayúdanos desde el cielo, oh nuestro más firme Apoyo, en la lucha contra el poder de las tinieblas, y así como una vez salvaste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, defiende ahora a la Santa Iglesia de Dios de las asechanzas de Sus enemigos y de toda adversidad. Apóyanos a cada uno de nosotros con Tu constante patrocinio, para que, siguiendo Tu ejemplo y sostenidos por Tu ayuda, vivamos virtuosamente, muramos piadosamente y obtengamos la bienaventuranza eterna en el cielo. Amén.
Recuerda, oh castísimo esposo de la Virgen María, Mi querido protector San José, que nunca se oyó que alguien, habiendo invocado Tu protección y pedido Tu ayuda, no fuera consolado por Ti. Con esta confianza acudo a Ti y me encomiendo sinceramente. Oh San José, escucha mi oración, recíbela devotamente y respóndela. Amén.
Orígenes:
Oraciones, Consagraciones y Exorcismos
La Reina de la Oración: El Santo Rosario 🌹
Oraciones diversas, Consagraciones y Exorcismos
Oraciones de Jesús Buen Pastor a Enoc
Oraciones para la Preparación Divina de los Corazones
Oraciones de la Sagrada Familia Refugio
Oraciones de otras Revelaciones
Oraciones de Nuestra Señora de Jacarei
Devoción al castísimo Corazón de San José
Oraciones para unirse al Amor Santo
La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María
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